Amor peligroso by Brenda Joyce

Amor peligroso by Brenda Joyce

autor:Brenda Joyce
La lengua: spa
Format: epub
editor: Harlequin
publicado: 2013-07-19T00:00:00+00:00


Ariella vio que su padre la esperaba al lado de una columna. Emilian se había perdido en los jardines, pero ella no sabía si se iba ya de la casa o simplemente volvería al baile por otra entrada.

Cliff se acercó a ella. Las mujeres lo miraban al pasar con la esperanza de atraer su atención, pero él no parecía darse cuenta.

–¿Dónde has estado? –preguntó preocupado–. ¿Te encuentras bien?

La joven le sonrió.

–Sabes que no me gustan los bailes. He salido un momento a mirar las estrellas.

–Te he buscado en la biblioteca. Es la primera vez que recuerdo que salgas al exterior, siempre te las arreglas para encontrar algo que leer.

Ariella vaciló.

–Estaba buscando la biblioteca...

Margery se adelantó.

–Yo le he pedido que saliera, tío Cliff. Necesitaba su consejo en un tema personal.

Cliff sonrió, satisfecho al parecer, y se excusó. Ariella miró a Margery, que la observaba a su vez con preocupación.

–Es escandaloso... St Xavier.

Ariella oyó esas palabras pronunciadas con desdén por un hombre situado a sus espaldas. Se volvió y vio un grupo de dos hombres y dos mujeres.

Margery la tomó del brazo e intentó apartarla. Ariella le hizo ademán de que guardara silencio. Quería escuchar.

–No ha sido invitado –dijo una rubia–. Lady Simmons me lo ha dicho personalmente. Está furiosa, porque él ha rehusado todas las invitaciones que le ha enviado y ahora se presenta sin ser invitado y no se molesta en saludarlos a lord Simmons ni a ella.

–Es su parte salvaje, Belle –comentó uno de los hombres–. Cualquiera se puede poner ropa elegante, pero no aprender buenos modales. La buena crianza no se puede comprar.

Ariella estaba horrorizada.

–Yo no lo había visto nunca –dijo la pelirroja. Se había sonrojado–. ¿Todos los gitanos son tan apuestos?

Los caballeros la miraron de hito en hito.

–Letitia, supongo que no estarás pensando en él como segundo marido –dijo el primero que había hablado–. Tus hijos saldrán manchados con sangre gitana y a ti te despreciarán.

–He oído que se casará con la viuda Leeds –comentó el otro hombre riéndose–. Tiene casi cuarenta años, pero ha tenido cuatro hijos sanos y sostiene que puede tener unos cuantos más. Es lo mejor a lo que puede aspirar él.

–Yo no pensaba en él como pretendiente –se defendió Letitia–. Simplemente no había visto nunca a un gitano. Tenéis que admitir que parece un príncipe ruso.

La rubia se acercó más a ella.

–Es notorio por sus aventuras, Letitia.

Las dos intercambiaron una mirada fascinada.

–Ha vuelto. ¿Nos presentamos? Quizá no lo encuentres tan fascinante cuando oigas su acento y comprendas que su ropa elegante oculta la clase más baja de humanidad –dijo uno de los caballeros.

Ariella hervía de furia. Vio que los cuatro se dirigían hacia él con la clara intención de divertirse a su costa. Las mujeres hicieron reverencias y los hombres sonrieron ampliamente y le estrecharon la mano. Ariella sabía que era todo falso. ¿Sabía él que lo despreciaban?

La mirada de él pasó por encima del grupo y se posó en ella.

La joven se mordió el labio inferior y negó con la cabeza, con la esperanza de hacerle entender que eran un grupo de traidores.



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